Horas quemadas en el transporte público, mirando por la ventana, como si pudiera escaparme de esta situación.
Minutos entregados a un chofer que no conocemos.
Miradas inquisidoras de una viejita que quiere comentar lo mal que maneja ese hombre.
Movimientos pélvicos para evitar una caída, o en su defecto un golpe con el pasamanos, cada vez se aprietan los frenos.
La vida del ciudadano.
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